miércoles, 24 de marzo de 2010

“NAPSTER” ACIERTO O DESGRACIA TECNOLÓGICA

Sofía Zuñiga R.


Cuando hemos escuchado hablar sobre la “Piratería”, la mayoría de nosotros tomamos en consideración sólo lo que hemos visto por televisión, haciendo referencia al comercio ambulante; esto resulta curioso, pues este delito tiene ya sus años circulando principalmente en el Internet, ya que hace apenas un poco más de una década, exactamente en 1999, un joven estadounidense desarrolló un programa informático para intercambiar música con sus amigos a través de la Red. Lo llamó Napster, y dos años más tarde se convirtió en el medio preferido de los internautas y en un monstruo incontrolable para el mercado discográfico. Al final, la justicia ordenó el cierre de este servicio, pero para entonces Napster no sólo era una empresa, sino el principio de una de las tecnologías más revolucionarias del siglo XX.

Su pecado -como se le ha considerado-: haber creado un programa informático para intercambiar música a través de Internet. El nombre de este programa, Napster, viene del sobrenombre o apodo que los compañeros de universidad pusieron a Shawn Fanning.

En 1996, tuvo su primer ordenador conectado a Internet, y dos años más tarde, cuando entró en la Universidad, se dedicó a programar sin haber recibido ninguna formación en informática; Fanning tenía la idea de diseñar un programa para intercambiar archivos de música con sus compañeros a través de la red del campus Universitario.

Consiguió diseñar el programa y, un año más tarde, abandonó la universidad dedicándose por completo a su obra, la cual ya era para entonces una compañía de Internet. Poco después, el programa de Fanning también dejaba la universidad y llegaba a la Red, donde recibía los primeros aplausos de los internautas, ya que nunca hasta entonces un programa había permitido a sus usuarios encontrar tanta música junta, descargarla de una vez o por partes, localizar usuarios con afinidades e, incluso, conversar con ellos y, mejor aún, haciéndolo de manera gratuita.

En sus primeras semanas de vida, el programa Napster fue descargado por miles de internautas y cuando todavía no había cumplido un año, era usado por más de 25 millones de usuarios, una cifra que convirtió a este servicio en el de mayor crecimiento de Internet.

Pero mientras la popularidad de Napster crecía, aumentaban también los recelos de la industria musical. Ejemplo de esto fue la banda de Heavy metal Metallica, quien descubrió que un demo de su canción “I Disappear” había estado circulando a través de la red de Napster, desde antes de que fuera distribuido, inclusive su catálogo entero de canciones también estaba disponible La banda respondió en el 2000 con un juicio en contra del servicio ofrecido por Napster.[1] Esto sucedió con 18 compañías discográficas y la propia Asociación de la Industria Fonográfica de EEUU (RIAA, en sus siglas inglesas), los cuales llevaron a Napster a los tribunales.

La justicia le da fin a Napster.

La compañía refirió que sólo actuaba como intermediaria, es decir, sólo era el medio para que los usuarios pudieran intercambiar sus archivos de música, pues la compañía no almacenaba las canciones en su servidor.

En julio de 2001, la jueza Marilyn Hall Patel ordenó el cierre de Napster hasta que pudiera proteger adecuadamente, si esto era posible, la propiedad intelectual de las canciones que sus usuarios intercambiaban[2]. Los motivos: “con su tecnología, el programa había fomentado y contribuido al intercambio de canciones de forma gratuita. Sus 80 millones de usuarios no pagaban, de esta forma, los derechos de autor correspondientes.”[3]

Meses después de la sentencia en contra, de su declaración en bancarrota y de su compra por el grupo Bertelsmann, la cual fue negada por razones que no conocidas[4], Naspter se encuentra en un proceso de subasta al que han acudido varias empresas. Una de ellas, el grupo Private Media, pretende ofrecer el programa a sus usuarios para intercambiar contenido para adultos.[5]

En el momento de su cierre, Napster contaba con millones de suscriptores, según datos de la propia compañía. Muchos de estos usuarios se han pasado a otros servicios de intercambio de música, más complejos en su estructura y más difíciles de controlar por las autoridades. Sin embargo, el espíritu de Napster sigue vivo y mantiene intactos sus principales objetivos: conseguir música gratis en la Red y provocar una de las mayores crisis en la historia de la industria discográfica; otro ejemplo de esta situación lo vivió EMI, quien registró pérdidas de 2.064 millones de euros en el ejercicio del año pasado, por lo que suprimió más de 2.000 puestos[6].

Si analizamos detalladamente estas pautas que dieron origen a la Piratería, existen pocas naciones las cuales hayan entablado demandas directamente contra compañías que se dediquen al intercambio de archivos; otro caso fue el de Kazaa, sucesor del Napster, que igualmente fue demandado por distintas disqueras a las cuales terminó por pagar 100 millones de dólares para detener el litigio contra ésta por infringir los derechos de autor.

También es interesante agregar que cuando se enfrentan a estos litigios todas ellas refieren ser solo el intermediario entre los usuarios y no tener una responsabilidad sobre estos delitos cometidos. En México, la situación es completamente distinta para desgracia de las compañías disqueras, ya que hay un procedimiento administrativo completamente ambiguo por el cual deben de pasar para poder perseguir y sancionar este delito; las instituciones que protegen a los derechos de autor existen, pero la aplicación y protección de los mismos son ineficaces, las pérdidas cada día son mayores y la población prefiere ante la crisis buscar medios (como el comercio ambulante) que satisfagan sus necesidades, y si es de manera gratuita mejor, lo cual ha ubicado al país en uno de las naciones con mayor crecimiento y distribución en piratería.

La responsabilidad en cuanto a este delito es tanto de los usuarios que comparten los archivos como de los intermediarios, ya que sin el medio los internautas no tendrían tanta facilidad para intercambiar su música, cuestión que implica un delito que afecta la cultura musical y cinematográfica.


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